Transplantando el cactus glorioso (así lo llamó Guido, que es biólogo y sabe de ésto) se le cayó un hijito, redondito y lozano. Le puse casa en una maceta propia y venía contento pero la tierra parecía muy seca. Con dos riegos en una sola semana, vean cómo quedó el pobre! ¿Y la bella euforbia de los pinches rojos? Lo mismo (esa semana estuve fatal). Puse las dos en un rincón fuera de mi vista y espero que algún día se recuperen.
Así quedadon las dos pobres víctimas de mis
cuidados obsesivos:
Lección No. 1: a la mayoría de las plantas, en la mayor parte del año, no hay que regarlas todos los días. Lo mejor es asesorarse.