Cuando el verano llega a Barcelona muchos barceloneses y forasteros acuden a los espectáculos al aire libre pero la mayoría no saben quienes son los autores ese espacio que permite no solo oír buena música o gozar de una buena velada musical sino que también nos permite tomar una copa o cenar.
El espacio del teatro griego forma parte de los equipamientos que se realizaron al remodelar la montaña de Montjuïc para albergar la Exposición Internacional de Barcelona del año 1929.El teatro tomó como modelo el teatro de Epidauro y fue construido por Ramón Raventós y Nicolau Mª Rubió i Tudurí. Los jardines fueron obra de Jean-Claude Nicolas Forestier.
Forestier fue un gran arquitecto paisajista francés que trabajó mayoritariamente en Francia y concretamente en París donde proyectó un sistema de parques. Fue conservador del Bois de Boulogne y autor de la rehabilitación de la Bagatelle, jardín de rosas debido a los deseos de María Antonieta.
En el año 29 España vivió un momento muy parecido al pasado 92 (es curioso pero son las mismas cifras pero invertidas). Barcelona y Sevilla se preparan para dos grandes eventos: la Exposición Internacional en Barcelona y la Exposición Iberoamericana en Sevilla. Esto comporta la edificación de pabellones y equipamientos y la urbanización de espacios en que los jardines son muy importantes.
Nicolas Forestier es llamado para realizar estos proyectos paisajísticos y lo hace reformando y actualizando el parque de María Luisa en Sevilla y urbanizando y creando nuevos jardines en la Montaña de Montjuïc a partir del núcleo más antiguo que eran los jardines Laribal.
Los jardines del Teatro Griego son uno de sus proyectos barceloneses para los que contó con un ayudante excepcional que ffue uno de sus mejores alumnos, Nicolau Mª Rubió Tudurí a quien la ciudadanía de Barcelona no solo le debe parques y jardines emblemáticos sino que desde su labor como responsable municipal nos dejó, entre otras cosas, una planificación de espacios verdes y la redacción de unas ordenanzas que permitieron desarrollarlos en una ciudad bastante dominada por el asfalto.
Ahora, cuando vayamos al Teatro Griego seguro que percibiremos entre los muchos olores mediterráneos, un cierto aroma francés.
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